RELATO ERÓTICO (EL TAXISTA CALIENTE)

(Relato de Rocco)


Salí de la discoteca muy decepcionada. No había conocido a un solo hombre que mereciese la pena y eso significaba tener que pasar la noche sola, cosa que odio. Así que, con resignación, paré un taxi, me monté. El taxista se giró para preguntarme dónde quería ir. Era un hombre realmente maduro y guapo, pelo plateado, atractivo y viril. Desprendía una esencia salvaje que me cautivó. Él también me miró. Modestia aparte, he de reconocer que soy una chica bastante bonita. Él puso cara de apetecer más estar en el asiento de atrás conmigo que conduciendo, pero era un hombre responsable e inició la marcha. Ese tío era la respuesta a mis oraciones y me prometí a mí misma que me acostaría con él a cualquier precio. Me desabroché la blusa, dejando mis senos al aire. Él colocó el retrovisor de manera que pudiese verlos. Yo los acaricié con mis manos y dije Oh, mire como tengo los pechos. Ese golfo me los estuvo lamiendo y me he dejado los pechos llenos de lametones. Lo ve usted. Hay algunos hombres son tan impulsivos. ¿Y usted? Usted es impulsivo. El pobre hombre se quedó tan cortado que no pudo abrir la boca. ¡Me quité la falda y exclamé Oh! Y, mire cómo me ha dejado las medias llenas de carreras y encima no me las puedo quitar. ¿Sería usted tan amable de parar y ayudarme a hacerlo? El taxista paró en seco. Estábamos atravesando el parque y no se veía ni un alma. Me sugirió que para él sería más cómodo si me bajaba y me tumbaba sobre la hierba. Sonreí al darme cuenta de que por fin iba a lograr mi propósito. La hierba estaba suave y mullida. Se quitó la camiseta. Tenía un torso velludo y musculoso como el de un atleta. Luego los pantalones y los calzoncillos. Su verga era enorme. Algo digno de verse. Se tumbó sobre mis piernas mientras me besaba. Su polla se fue introduciendo en mi coño. Oh, sí, sí, sí, sí. Eres el mejor. Oh, oh. Eres un fenómeno. Sigue, sigue. Sigue mi vida. Oh, Dios, esto es increíble. Oh, oh, oh, oh, sí, sí. Fóllame así. Oh, oh, ya, ya me viene. Tómame, oh, oh, oh, ¡oh! El semen del taxista se derramó entre mis muslos. Oh, oh, ¡oh! Tardé unos minutos en recuperarme de semejante éxtasis de gozo. Uff. Luego le recriminé haber dejado puesto el taxímetro.

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