LA ESTETICISTA
Reichel estaba depilando a un Hombre, cuando de repente
suena el teléfono. Al otro lado del teléfono estaba Kadhile, quería pedir cita.
Reichel le propone venir a las siete ya que desde esa hora no tenía concertado
a nadie y podría salir un rato antes. Pero Kadhile le ha dicho que le sería
imposible llegar antes de las ocho menos diez. Aunque habla perfectamente
español su acento la delata como extranjera, quizás francesa.
A lo largo de la tarde, Reichel atiende a varias
clientas habituales de manera rápida, lo que le permite estar libre a las siete
de la tarde. Se lamenta de haberle dado la cita a la misteriosa clienta pero en
vista de que no hay otra posibilidad coge su libro y se pone a leer.
Hace semanas que está enganchada al libro que le regalaron
por su cumpleaños. Es el best seller americano “Las cincuenta sombras de Grey”.
El libro erótico que estaba haciendo furor en Estados Unidos y que por lo que
ha podido comprobar en primera persona esta fama está bien merecida. La
historia la tiene atrapada desde el principio y su libido tras varios capítulos
está a flor de piel. En alguna ocasión leyendo en su casa a solas ha tenido que
masturbarse para aplacar el estado de excitación que le provoca el
protagonista.
Absorbida por la lectura no se da cuenta que son las
ocho y cuarto cuando el sonido del portero automático suena devolviéndola a la
realidad. Como en las ocasiones anteriores se siente muy excitada por el
dichoso libro. Sus pezones se marcan a través de la tela de la bata blanca y
nota como su sexo arde. Incluso diría que su tanguita blanco debe estar mojado.
Tras confirmar la presencia de la clienta, acciona el botón de la puerta y
aprovecha el momento antes de que llegue para refrescarse la cara y que su
estado sea menos evidente.
Por la puerta aparece la clienta y ella se le queda
mirando fijamente sin moverse. La mujer es de una belleza cautivadora. Mide
aproximadamente un metro setenta y cinco, tiene una melena negra y brillante a
media espalda. Los ojos enormes, negros y profundos. Su nariz perfecta, los
labios carnosos delimitan una boca grande con una sonrisa perfecta. Cuello
esbelto y hombros redondeados. Su camisa blanca desabotonada realza un bello
escote de la talla 95. Su barriga sin un gramo de grasa. Todo este análisis lo
hace Reichel petrificada por la impresionante hermosura que le cautivadora de
la misteriosa mujer. No tiene nada que ver con las clientas habituales.
Transcurridos unos segundos la clienta se presenta
como Kadhile tendiéndole la mano. Su piel es suave como la seda. Sus manos
están cuidadas a base de manicura. Reichel por fin reacciona y le pregunta a la
clienta, que es lo que quiere hacerse.
-Verás necesito un rasurado integral. Antes de nada
debo pedirte disculpas por haber llegado tarde, pero me ha sido imposible
llegar antes. Pero no te preocupes que te recompensaré la tardanza.
Kadhile es argelina de ahí que su acento suene a
francés. Llegó hace un par de días en barco acompañada de su marido desde el
Golfo Pérsico donde éste tiene negocios con varios jeques de la zona. Esta
noche tiene una cena con importantes invitados con los que será necesario ser
generosa…
Reichel le indica que debe tumbarse en la camilla y
desnudarse completamente de cintura para abajo. Mientras ella se acerca al
mostrador para preparar todo lo necesario, por el espejo puede ver como Kadhile
se va desnudando lentamente, sin dejar de mirar la no menos espectacular figura
de la esteticista.
Reichel es tan alta como la argelina pero a
diferencia de ésta lleva una melena morena con flequillo que descansa sobre sus
bien perfiladas cejas, las cuales coronan unos preciosos ojos verdes que le dan
un aspecto felino. Sus pómulos son prominentes y sus rasgos angulosos. Su
hoyuelo en la barbilla termina de rematar una cara de modelo rusa. Su cuerpo
está trabajado en el gimnasio y consigue que su pecho desafíe a la gravedad a
pesar del gran tamaño de éste. Su cintura se estrecha hasta que las caderas
anuncian un culo de brasileña.
Al girarse, Reichel puede ver como Kadhile está
tumbada boca arriba mirándola con media sonrisa en la cara. Sus piernas parecen
dos columnas que se juntan en una vulva pequeña, ahora cubierta por un
triángulo de rizos negros. La chica utiliza una tijera para recortar el vello
púbico hasta una medida que permita el uso de la cera. Con una pala extiende la
caliente poción sobre la zona genital de la argelina quién deja escapar un
pequeño gemido, que Reichel no sabría decir si es de dolor o de placer:
-¿Le ha dolido? –pregunta para salir de dudas.
-No, para nada –contesta la clienta delatando su
placer.
Con mucho cuidado da un tirón de la franja de cera y
la clienta vuelve a responder con otro gemido. Por dos veces repite la
operación y otras tantas la respuesta fue la misma. Una vez terminada la zona
del monte de Venus, Reichel le pide que abra las piernas ya que debe trabajar
en el interior de los labios vaginales para rasurar toda la zona.
Al abrirlas, la esteticista puede ver en todo su
esplendor la vulva de la clienta, lo que provoca en ella una extraña sensación
de excitación. Sus labios protegen una entrada rosada coronada por un grueso
clítoris que a Reichel le parece hincharse por momentos. Nota como Kadhile
suspira cada vez que ella se acerca a esa zona. Reichel nota como sus pezones
reaccionan a cada suspiro de la argelina y teme que se marquen en su bata, como
antes con la lectura del libro.
Al ponerle cera en los labios mayores le pide a la
clienta que se proteja con su mano, cosa que Kadhile hace de manera muy sensual
con su preciosa mano y vuelve a gemir. Reichel suspira hondo y cierra los ojos.
Ya no puede aguantar más y acaricia la piel interior de los muslos de Kadhile.
Ésta le coge la mano y se la dirige a su sexo. Reichel sigue con los ojos
cerrados notando la suavidad de la piel de su clienta. Ahora le pide que
aguante un poco antes de quitar toda la cera de otro tirón. La argelina
responde con un gemido incontrolado que Reichel interpreta como verdadero
placer por el dolor.
Acto seguido Reichel se inclina sobre el sexo de la
morena y lo besa con delicadeza. Notando su olor, su calor, su hinchazón por el
castigo recibido. Kadhile le apoya sus manos en la cabeza y le acaricia la
melena morena. Mientras Reichel comienza a lamer de manera suave toda la zona,
desde el perineo, lentamente, introduciendo la lengua, abriéndose camino en el
interior de la vagina sin pausa hasta llegar arriba donde el clítoris excitado
está fuera. Es gordo y ella juega con él a retenerlo con sus dientes al tiempo
que le pasa la lengua para luego volver a soltarlo y seguir hacia abajo de
nuevo. La argelina se ha incorporado y está con las piernas abiertas sujetando
la cabeza de Reichel contra su coño. El placer que siente es indescriptible y
pronto llegará al orgasmo.
Reichel lo adivina en el momento en que Kadhile tensa
sus piernas, estira sus pies como si una descarga eléctrica recorriese todo su
cuerpo, ahora tumbada en la camilla. Tras los gritos de placer, los espasmos
musculares la hacen llegar a un estado de relajación total. Tan solo acierta a
susurrar le petit mort, le petit mort la expresión francesa utilizada para
referirse a lo que acaba de experimentar.
Reichel se incorpora y recorre el cuerpo de su
clienta a medida que desabrocha la camisa blanca de ésta. Ante sus tetas
morenas de pezones grandes y negros la esteticista se recrea mordiéndolos,
chupándolos y succionándolos para mayor goce de Kadhile. Ésta sintiéndose en
deuda comienza a desabotonar la bata al tiempo que se besan apasionadamente. La
argelina saborea sus propios jugos vaginales de los labios y el mentón de la morena,
aún manchados por el viscoso líquido tras el sexo oral. Sigue bajando de la
barbilla al cuello y de éste a los maravillosos pechos. Libera unas tetas
blancas con un pezón de fresa que no duda en morder y arrancar un quejido de
dolor de su víctima. Aun así Reichel le ofrece su otro pecho y la morena le da
otro mordisco dejando a marca de sus dientes sobre la nacarada piel de Reichel.
El grito de la morena ahora es de placer. Bajándose de la camilla se van
besándose hasta un sofá de piel negro donde continúan abrazadas.
La iniciativa la lleva Kadhile, quién tras liberarla
de su bata recorre su bello cuerpo tan solo cubierto por un tanga blanco de
encajes totalmente mojado. Reichel se deja hacer entre gemidos. La argelina
desciende hasta arrodillarse ante ella y comenzar a lamerle su sexo tan solo
cubierto con una tirita de vellos rubios. Un escalofrío recorrió la columna de
la esteticista al pensar que es una mujer quien le está proporcionando tanto
placer. Echada sobre el respaldo y con las piernas abiertas observa como
Kadhile está arrodillada y con la cabeza en su entrepierna. Acaricia su cuerpo
y enreda sus dedos en su melena morena mientras no deja de gemir.
Antes de que llegue al orgasmo la clienta se
incorpora y se sienta junto a ella. Sin dejar de besarse apasionadamente se
enfrentan una a la otra y cruzan sus piernas de manera que sus sexos se toquen.
Para Kadhile ésta no es su primera vez y es ella quien lleva las riendas.
Frotándose una contra la otra, notando como sus vaginas intercambian fluidos y
sus clítoris se excitan hasta el éxtasis con el roce entre ellos. Tras unos
minutos, Reichel explota en un placer nunca imaginado por ella, acompañada
segundos después por Kadhile quién ahoga su grito con un beso que dura una
eternidad.
Las dos mujeres sudorosas descansan una junto a otra
mientras se miran y acarician sus cuerpos.
Transcurrida media hora, ambas se visten y
recomponen su pelo. A la hora de pagar, Reichel se niega a aceptar el dinero de
su clienta que se lo agradece con un fuerte beso. La argelina sale por la
puerta hacia su barco y nunca más volverán a verse.
X fin un relato q esta bien escrito sin ser una peli porno guarra creo q es d los mejores q te he leído felicidades dsd la cueva
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras 👍
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