EL PADRE DE MI AMIGA
Hola, me llamo Reichel, y os vengo a relatar algo que me sucedió, Cuando tenía 17 años, en el instituto. Tenía una amiga íntima que se llamaba Andrea,
con la que estaba siempre y a la que le contaba todo. Éramos como uña y carne,
inseparables y sin secretos. Un día tuvo que existir un secreto entre nosotras.
Desde entonces nada fue igual hasta que ella se marchó.
Por aquel entonces, ella solía venir a dormir a mi casa y yo
iba de vez en cuando a dormir los fines de semana a su chalet que tenían en el
Puerto de Santa María. El padre de Andrea era piloto de una compañía aérea, y
para la edad que tenía estaba muy bien conservado y aparentaba cinco o diez
años menos. Él era muy simpático y muy agradable, y a mí me trataba como si
fuera su otra hija. Un fin de semana de los que subí a su chalet, sucedió lo
siguiente: Era Domingo ya, y yo estaba dormida en la cama. Era verano y hacía
calor, así que yo me acosté con una camisetita y en braguitas. Mi amiga me
despertó muy temprano porque quería ir de compras con su madre. Yo estaba
cansada porque la noche del sábado la pasamos en vela hablando de los chicos
del instituto y la dije que se marchara ella con su madre, que yo seguiría
durmiendo. Ella y su madre se fueron y yo me quedé en la cama. Lo cierto es que
ya no pude volverme a dormir, y me quedé tumbada en la cama boca abajo
descansando.
A la media hora, subió el padre de Andrea a la habitación y
preguntó en bajito por ella. Yo me hice la dormida, y mientras él comprobaba
que ella no estaba susurró: ¿Estás dormida? Yo no dije nada, pero el padre de
mi amiga no se fue. Para mi sorpresa, él apartó la sábana de mi cuerpo con
mucho sigilo, dejando mi culito al aire. El corazón me dio un vuelco, pero yo
seguía haciéndome la dormida muy bien.
Pasaron dos o tres minutos, quizá en que él tuvo que estar
recreándose con mi culo, y viendo mis braguitas blancas. Noté como él se
recostaba en la cama, y pasaba suavemente su mano por mis piernas. Aquello me
excitó, pero decidí seguir sin hacer ruido. Él se fue acercando cada vez más hasta
que noté su paquete hinchado cerca de mi culito. Yo me moví un poco hacia atrás
para notarlo mejor. Él entonces empezó a frotarse contra mí de manera muy
suave. Aquello me puso a mil, pero seguía haciéndome la dormida.
Oí cómo con una mano se desabrochaba el cinturón, mientras
que con la otra pasó de acariciarme el muslo a pasar su mano por debajo de mis
braguitas, comprobando mi humedad latente. Después de que se hubiera bajado los
pantalones y calzoncillos hasta la rodilla, metió su polla bajo mis braguitas,
notando su contacto en mi culo pero sin meterla. Comenzó a subir y bajar por
los exteriores de mi ano mientras que me metía un dedo en mi coño viscoso. Yo
empecé a gemir suavemente, aunque ya él advirtió que yo no estaba dormida.
Él, me quitó despacio las braguitas, me puso boca abajo de
nuevo y comenzó a comerme mi coño, de manera que mi cuerpo se estremecía cada
vez que su lengua rozaba mi clítoris, y de manera que así también tenía acceso
a mi culito. Yo me estaba haciendo la dormida, pero no podía controlar mis
espasmos. Su lengua era larga y a menudo la metía hasta encontrar sitios
placenteros. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, paró y se quitó del
todo la ropa. Él se tumbó encima de mí de tal manera que la punta de su glande
tocaba los labios de mi vagina. Yo quería que me la metiese, pero él no hacía
fuerza y jugaba en mi rajita. Aquello me desesperaba de placer y me ponía
ansiosa, pero yo no le decía nada porque se suponía que estaba durmiendo.
Después de jugar un minuto rondando mi agujero, embistió con fuerza, su polla
entró deslizándose y encajando perfectamente, porque yo estaba mojadísima, como
nunca lo había estado. Aquello fue un placer enorme, tanto que se me saltaban
las lágrimas y tuve que gemir bastante más fuerte. Estuvo embistiendo fuerte,
alternando con salirse y apoyar su verga en mis labios, intentando no meterse.
La última vez que lo hizo, yo empujé para abajo con fuerza para qué entrará, lo
que hizo sin dificultad, y entonces me folló muy deprisa durante unos minutos
más. Yo ya me había ido dos veces no pudiendo contener un grito fuerte que ya
no me importó, entonces él empezó a hurgar en mi culito con su dedo corazón. Yo
ya estaba temblorosa, y le dije que lo hiciera. Metió muy despacio su dedo en
mi culo mientras continuaba follándome con su polla. Su dedo entraba y salía
dándome mucho placer, gritando tan fuerte que debió oírse en todo el
vecindario.
Él seguía esmerándose tanto con el dedo, que tuve un tercer
orgasmo de placer por el ano y después de cinco minutos más, sacó su verga de
mí, me dio la vuelta y se corrió en mi cara, notando su chorro fluir por mi
boca y por mi pelo. Después se quedó tumbado en la cama, acariciándome y me
comentó que no se lo dijera a nadie, que no nos hacía bien a nadie. Al poco rato
se fue a la ducha y me dio una toalla para que me limpiase un poco porque solo
había un baño. Yo me vestí rápidamente, aireé la habitación y bajé al salón,
justo cuando Andrea y su madre entraban por la puerta. Venían con bolsas de
compra y Andrea me invitó a subir a su cuarto para enseñarme una blusa que le
había comprado su madre. Cuando subimos y estábamos en su cuarto, me dijo:
¡Hueles a hombre!, a lo que yo repliqué: ¡Bah serán imaginaciones tuyas!, lo que
ella no se imaginaba, es que el pervertido de su padre me había follado hace 5
min, y todavía tenía el olor de su semen por mi carita, lo cual recordaré toda
mi vida.
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