UN TRÍO INESPERADO
Hola me llamo Silvia, y os escribo para contaros,
una cosa que me ocurrió este verano. Todos los veranos me voy de vacaciones a
la playa, y este verano, era la primera vez que llevaba a mi novio Carlos,
íbamos solos, mi familia tardaría al menos una semana en venir. La casa la teníamos
solo para nosotros, así podíamos dar rienda suelta a nuestras fantasías mas ardientes. A Carlos y a
mí, nos encantaba ir a tomar el sol a la playa, y dar largos paseos por ella. En
una de esas veces, coincidimos un sábado por casualidad, con una buena amiga
mía, la cual estaba tomando el sol en esa misma playa haciendo top-les y me
alegré mucho de verla. Se trataba de Marisa, la mujer que entra en mis directos
de twitch. Me contó que se había venido sola, sin su marido, quería estar
relajada y sin agobios. Estuvimos hablando un montón de todo lo que teníamos
atrasado, decidimos irnos a tomar algo fresquito a un chiringuito que había
allí mismo, en el cual nos pasamos bastante rato.
Luego, al llegar la hora de comer la invité a que se
viniese con nosotros a casa ya que estábamos muy cerca, y ella enseguida aceptó
la invitación. Al cabo de un rato decidimos marcharnos, y mi novio se dedicó a
recoger y a llevar todas las cosas muy galantemente, incluida hasta la
sombrilla.
A continuación, y mientras nos dirigíamos a casa,
nosotras seguíamos hablando de lo nuestro sin parar y nos habíamos adelantado
unos cuantos pasos de él, el cual, aunque iba bien cargado, no nos perdía
detalle a ninguna de las dos.
Fue así como me di cuenta de que desde atrás nos iba
mirando a ambas de arriba abajo, aunque en realidad las dos fuésemos casi
iguales tanto en altura como en físico. No obstante, y a simple vista, mi amiga
Marisa sí que parecía que tenía las nalgas y el culo algo más respingón que yo,
y sus tetas eran un poco más voluminosas que las mías, según le había visto
antes en la playa.
Quizás debido a todo eso, me pareció notar que Carlos
se estaba poniendo bastante cachondo, y más aún cuando iba viendo como mi amiga
movía sus caderas y sus nalgas a cada paso que daba, por lo que su entrepierna
tal vez sin pretenderlo, se le iba despertando por momentos bajo el fino
pantalón.
Por eso y durante el rato que nos faltaba para
llegar, debió de ir tratando de pensar en otra cosa para que aquello no fuese en
aumento, aunque al parecer no lo conseguía, debido a aquellos continuos
movimientos que iba realizando mi amiga.
Una vez que llegamos a la portería de casa entramos
y llamamos el ascensor. Cuando llegó ambos tratamos de posicionarnos como
pudimos dentro de aquel pequeño habitáculo. Así mi novio al ir tan cargado, se
dirigió hacia un rincón y se quedó allí quieto. Yo por mi parte quedé cerca de
la puerta para picar al piso que íbamos, y mi amiga Marisa se puso en medio de
ambos de espaldas y muy pegada a él, al cual pude verle que seguía con aquella
erección que ella misma le había originado con su contoneo, aun sin saberlo.
Fue así como debido a aquella estrechez, ella tuvo
que pegar sus nalgas bastante a él, por eso llegué a pensar que con toda
seguridad debía de estar sintiéndole todo aquel gran bulto que tenía entre las
piernas, aunque no se separó de él ni un poquito, ni comentó nada al respecto.
Luego al llegar al piso, entramos en casa los tres,
y Carlos trató de taparse como pudo con las cosas que llevaba para disimular la
erección. Seguidamente le dije a Marisa que si quería podía darse una buena
ducha antes de comer, al igual que pensábamos hacer nosotros, y así lo hizo.
Cuando terminó le ofrecí mi albornoz y seguidamente salió del baño con él puesto.
A continuación, me metí en la ducha también junto a
mi novio, alegando ante ella de que así iríamos mucho más rápidos. Fue en ese
momento cuando realmente vi lo empalmado que se encontraba, por eso y una vez
en la ducha, empezó a besarme como un loco y quiso que se la chupase a fondo.
Después me puso de espaldas a él contra la pared, y
tras sobarme bien las tetas y las nalgas, me la metió desde atrás en todo el
coño, me agarro del pelo bruscamente y me empotro contra la pared sin
contemplaciones, pensando tal vez que se estaba follando a mi amiga Marisa, la
cual había sido la causante de todo lo que le había pasado.
Así que tras unas cuantas y rápidas embestidas más,
se corrió dentro de mí, disparándome toda aquella cantidad de leche caliente
que estaba deseando sacar por su pene. Después seguimos con la ducha, y al
acabar, él salió del baño también con su albornoz puesto, mientras que yo lo
hice tan solo con una toalla enrollada al cuerpo al haberle dejado el mío a mi
amiga.
Luego, al encontrarnos todos más relajados, nos
pusimos a hacer el aperitivo y a continuación, estuvimos comiendo todo lo que
me había dejado preparado como siempre, antes de irnos a la playa. Cuando
terminamos de hacerlo seguimos hablando los tres de todo un poco, aunque al
final éramos nosotras las que seguíamos haciéndolo, mientras que él tan solo
iba escuchando disimuladamente. Entonces a Carlos se le ocurrió que podíamos
tomar unos helados, y al ver que en el congelador no quedaba ninguno, se vistió
y bajó hasta el bar de abajo a buscarlos. Cuando regresó nos dio uno a cada una
y al ver que no parábamos de hablar de nuestras cosas, nos dijo que, si no nos
importaba, él se iba a tumbar un rato en la cama mientras se comía el suyo, y
al contestarle ambas que no había ningún problema así lo hizo después de darme
a mí un beso en la boca y a ella un leve pellizquito de cariño en la mejilla.
Al llegar a la habitación cerró la puerta tras él,
se desnudó por completo y se tendió sobre la cama tratando de dormirse, pero no
pudo conseguirlo porque con tan solo saber que mi amiga estaba allí en nuestra
casa, eso le producía un morbo muy grande y a la vez inexplicable.
Así que se puso a pensar en ella tal y como la había
visto en la playa haciendo top-les, en lo que pasó después cuando nos iba
viendo caminar delante de él, y como no, cuando íbamos en el ascensor allí bien
apretaditos los unos y los otros, consiguiendo de esa forma una vez más, una
tremenda erección, la cual pensó que le iba a ser muy difícil ya de bajar.
Menos mal que había cerrado bien la puerta y allí
podía estar tranquilo con sus pensamientos, por eso decidió, aun estando así,
seguir desnudo de aquella forma tan empalmado sobre la cama.
Nosotras por nuestra cuenta seguíamos hablando sin
parar en el salón. Entonces le dije a Marisa si quería ir a descansar un rato a
la habitación de invitados, y una vez que aceptó, me adelanté a ella para
indicarle el camino. Nuestra habitación estaba justo enfrente de la de ella,
por eso y mientras nos despedíamos en el pasillo, al abrir de repente y de par
en par la puerta de nuestra habitación, las dos pudimos ver allí tendido sobre
la cama, desnudo y muy empalmado a mi novio con la polla más tiesa que un
poste, aunque al parecer estaba dormido o tal vez por el susto que le ocasioné
tan solo nos lo hacía ver.
En ese momento y muy nerviosa, traté de disculparme
ante ella diciéndole: Ay Marisa, perdona, no sabes cuánto lo siento. No sabía
que mi novio estuviese así desnudo y de esa forma en la habitación. A lo que ella
riendo me contestó: La que no sabía era yo que él estuviese tan bien dotado,
puesto que, a simple vista y vestido, no aparenta para nada tener todo ese gran
aparato. Por eso al verlo así con ese cacho de polla tan tiesa entre las
piernas me he quedado más que impresionada.
A continuación, me comentó que se alegraba mucho por
mí ya que me lo debía de pasar en grande con él cada día, con aquella
herramienta que tenía. A lo que yo le contesté que no lo creyese, puesto que
estaba ya muy harta de toda aquella cosa y a todas horas, y que ojalá que
hubiese tenido una polla bien pequeña allí colgando y me dejase en paz por un
tiempo. Ella entonces me dijo muy convencida y segura de que, si ella se
encontrase en mi caso, no se hartaría nunca de tener algo así siempre a su
disposición, a lo que yo le seguí insistiendo entre risas: Ya te digo yo que
sí. Y así entre bromas continué diciéndole: Oye, que si quieres te lo regalo.
Marisa entonces trató de seguirme la broma y acabó
diciéndome que eso seguro que se lo decía de mentira, puesto que, de no ser
así, al final se lo tendría que pensar. Dicho eso se metió riendo en su
habitación, mientras que yo hice lo mismo en la mía.
Una vez en ella, Marisa empezó a pensar en todo lo
que había pasado allí fuera. Así que de momento le vino a la mente aquella
grandísima polla de mi novio, la cual le había visto bien empalmada hacía tan
solo un momento. También en lo que le dije, aunque fuese de broma, y todo eso
unido, la fue poniendo a cien por hora, por eso para mitigar ese sofoco, empezó
a desnudarse por completo y se tumbó de espaldas sobre la cama.
A continuación, cerró los ojos e imaginó que le
estaba cogiendo a mi novio aquella polla de medidas tan extraordinarias que
tenía, y le empezaba a hacer con sus finas manos, una paja impresionante
mientras seguía dormido.
Seguidamente y en directo ella se iba acariciando
las tetas, a la vez que iba pensando en todo lo que iba haciendo a él en su
pensamiento. Así se pasó un buen rato hasta que poco a poco se fue calentando
cada vez más.
Luego, mientras mantenía en su mente aquel sube y
baja sobre su polla, fue en directo bajando sus manos a lo largo de su vientre,
hasta llegar a su ya caliente entrepierna, en la cual se recreó un buen rato,
dándose unos buenos y suaves masajes en los labios vaginales, mientras seguía
metida en su pensamiento, en el cual se había decidido ya a introducirse toda
aquella polla en la boca, o por lo menos el trozo que podía caberle dentro de
ella, ya que toda entera le era del todo imposible hacerlo, al igual que me
pasaba a mí cuando lo intentaba hacer en la realidad.
Seguidamente y en directo, pasó a ir metiéndose los
dedos en aquella ardiente raja una y otra vez, haciéndolo cada vez con mucha
más rapidez. Así, al cabo de un rato y sin poder aguantarse más, le pasó lo
mismo que a mi Novio durante su pensamiento, y se corrió como una loca sobre
sus dedos, dejándoselos inundados de aquel líquido resbaladizo que soltó por su
palpitante coño, mientras que en su mente, Carlos hacía lo mismo que ella y
descargaba dentro de su ansiada boca, toda su leche viscosa y caliente, la cual
al no poder retener ya tanta cantidad de líquido, lo iba dejando salir por la
comisura de los labios.
Después de todo eso, dejó de pensar en él y se puso
a descansar durante un rato, al igual que hice yo, una vez que acabé de ir
haciéndole a mi novio y en directo, todo aquello que ella le hacía en su
pensamiento, el cual al no saber de qué iba todo aquello, tan solo se dedicó a
no preguntar y a dejarse hacer, cosa que para mí fue algo estupendo porque pude
correrme al igual que lo hizo él, como hacía tiempo que no lo lograba.
Por eso llegué a pensar, que tal vez el reencuentro
con mi amiga había sido muy beneficioso para nosotros, ya que nuestra vida
sexual desde hacía tiempo era ya bastante monótona y aburrida. Luego, tras
descansar muy bien y despertarnos más relajados, nos levantamos los tres y nos
fuimos al salón.
Una vez en él, estuvimos tomando algo fresquito y
mientras lo hacíamos, le pregunté a Marisa si se había olvidado ya de aquel
percance tan lamentable que había tenido que ver con mi novio. Ella entonces
se puso a reír y mientras me miraba con morbo me contestó que no, que
sinceramente aquello le iba a ser muy difícil de olvidar, puesto que, aunque
había visto muchas pollas en su vida, como la de él ninguna, tanto por su
longitud como por su grosor, ya que por su dureza no podía opinar, puesto que
no se la había podido palpar.
Carlos, al oírle decir aquello, aunque en aquella
ocasión se había hecho el dormido y no hizo nada por taparse, alegó ignorancia
y preguntó muy sorprendido de qué estábamos hablando. Entonces le fui
explicando lo ocurrido y al momento se disculpó ante ella y le pidió perdón por
haberlo podido ver así.
Marisa en ese momento y sin cortarse un pelo le dijo
que no tenía por qué pedirle perdón ni disculparse por tener algo así entre las
piernas, ni a ella ni a nadie, ya que eso era una bendición del cielo para
cualquier mujer, porque si tenía una buena raja ancha y profunda, podía llegar
a sentirla toda llena y hasta el fondo, y si no la tenía, pues que se
conformase y se quedase sin meterse un buen trozo.
Dicho eso nos miró a los dos y nos dijo que ambos
deberíamos de estar muy contentos por ello, puesto que era mejor tener que
desear, y que ojalá que ella hubiese llegado a conocer a un hombre así en su
vida, ya que su marido no estaba tan dotado como él. Con una herramienta de
aquellas dimensiones, porque la verdad es que no lo habría dejado escapar, ya
que de siempre sabía que tenía un coño lo suficiente grande como para
albergar algo así en todo momento, y hasta ahora, nadie había conseguido
llenárselo al completo, ni siquiera mi marido.
En ese instante a Carlos y a mí se nos quedó una
cara de asombro increíble, tanto por la forma de hablar de ella, como por la
manera de decir las cosas, y ninguno fuimos capaces de contestarle. Por eso
ella, al darse cuenta de lo que había dicho quiso disimular y cambiar de tema,
así que me pidió otro refresco si no me importaba.
Cuando me fui a la cocina a preparárselo me siguió,
y una vez allí me preguntó si se había pasado con nosotros diciendo todo
aquello, y si nos había ofendido en algo, pero es que ella era así de
espontánea y decía las cosas tal y como las pensaba, por eso me dijo que cuando
le pregunté sobre aquello, tuvo que contestarme que no había visto así una
polla como aquella en toda su vida. Dicho eso las dos nos pusimos a reír como
tontas y una vez que le dije que no pasaba nada, nos dimos un fuerte abrazo de
amigas.
A continuación, Carlos nos invitó a ir a tomar algo
a un bar musical que había cerca de casa, en el cual se podía bailar. Así que
los tres nos estuvimos arreglando y nos fuimos para allá. Al llegar vimos que
la música era muy buena y Marisa se puso a bailar enseguida en la pista con su
vaso de bebida en la mano al ritmo que sonaba.
Nosotros desde la barra íbamos mirándola como lo
hacía. La verdad es que era una mujer muy guapa y tenía un bonito cuerpo al
igual que yo, según decía mi marido, aunque también dejó caer que sus tetas al
igual que sus nalgas, las veía más tiesas y respingonas que las mías, por eso
le pregunté que, si tuviese que elegir entre las dos, con quien se quedaría.
Él entonces con cara de pícaro y riéndose mientras
seguía mirándola, me contestó que si fuese posible se quedaría con las dos,
puesto que con lo que le había oído decir, aquello podría llegar a ser un trío
de lo más explosivo.
Al oírle decir eso, no sé por qué, pero me puse al
momento muy nerviosa y caliente a la vez, quizás porque en alguna ocasión y
tras haber caído en la monotonía de nuestra relación sexual, habíamos visto de
vez en cuando para animarnos algunas películas porno de tríos, y siempre al
verlas acabábamos follando como posesos, debido al morbo que nos producían
aquellas situaciones.
Marisa por su parte seguía bailando en la pista, y
cuando empezó a sonar una canción lenta, en vez de venirse llamó a Carlos para
que bailase con ella. Éste, tras preguntarme si me importaba, que lo hiciera,
se fue para allá y cogiéndola por la cintura, empezaron a realizar unos
movimientos muy sensuales, mientras los dos iban mirándome y se apretaban cada
vez más el uno al otro.
En ese momento al verla así con él, empecé a sentir
algo dentro de mi cuerpo que hasta entonces no me había pasado nunca, y era que
me sentía muy mojada y mi entrepierna no paraba de latir una y otra vez. Por
eso, cuando los dos me invitaron a unirme a ellos, no me lo pensé ni un momento
y fui para allá, agarrándome fuertemente a ambos allí en la pista.
De esa forma pude notar como mi novio tenía la polla
a punto de estallar bajo el pantalón, al igual que lo había notado ella
también, puesto que, volviendo a demostrar su sinceridad, me dijo que había que
ver como se había puesto mi marido con sus movimientos, y luego entre risas
continuó diciendo que, menos mal que si llegase el momento, ya sabía que tenía
material suficiente para las dos.
Dicho eso y para bajar la tensión del momento, los
tres nos pusimos a reír sin darle mayor importancia, y tras abonar la cuenta
decidimos irnos de allí para ver si dándole el aire, se le bajaba aquella
erección, aunque fuese tan solo de momento.
Mientras paseábamos, le comenté que si ella quería,
podía quedarse a pasar la noche en nuestra casa ya que era muy tarde, y así
podríamos pasar juntos todo el domingo.
Ella se lo estuvo pensando, pero al final aceptó,
aunque diciéndome que no quería molestar. Así que, al no tener ya prisa alguna,
nos fuimos a tomar unas copas más. Al final, cuando nos notamos los tres ya un
poco mareados, decidimos regresar a casa, y una vez en ella, tratamos de
ponernos lo más cómodos posible.
Yo me puse un pijama de pantalón corto con una
camiseta, mi novio el suyo, y a Marisa le presté un pijama mío, el cual al
tener ella unas nalgas más respingonas que yo, le quedaba algo pequeño y se le
metía entre la raja del culo, por lo que se la veía muy sexi y provocativa a la
vez.
Nosotras por arriba llevábamos puesto una camiseta,
mientras que Carlos como siempre, llevaba el torso desnudo, cosa que ambas
agradecimos, puesto que tenía unos pectorales estupendos y tal vez por eso o
por lo que ya habíamos bebido, mi amiga no paraba de mirarlo con cara de
viciosa, aunque no se atrevía a nada más al estar yo allí presente.
Por mi parte cada vez estaba más caliente y no
paraba de pensar en aquellas películas porno que solíamos ver juntos, y él por
lo empalmado que volvía a estar, debía de estar pensando lo mismo, por eso y
para acabar con aquella situación tan violenta para ambos, pensé en hablar a
solas con él para saber qué opinaba al respecto.
Así que tras una señal que le hice me lo llevé a la
cocina y le pregunté directamente, si estaría dispuesto por tan solo una vez, a
realizar lo que siempre habíamos visto hacer en aquellas películas de tríos que
tan cachondos nos solían poner.
En un principio se quedó muy sorprendido y no supo
reaccionar, pero después reconoció que él también lo había llegado a pensar y
estuvo de acuerdo conmigo, siempre y cuando las dos lo tuviésemos muy claro.
Así que, tras besarlo en la boca en señal de agradecimiento, volvimos los dos
al salón, en el cual se había quedado Marisa sentada en el sofá.
A partir de ahí quise ir probando la reacción de
ella, por eso de momento, dejé que mi novio se sentase a su lado, mientras que
yo lo hice en el otro, para que él quedase en medio de las dos. Luego preparé
una última copa, y tal y como nos la íbamos tomando, empecé a besar en los
labios a mi novio, entregándole después toda la lengua ya que me encontraba más
caliente que una brasa y ni yo misma me reconocía.
Mientras lo iba haciendo, miraba a la vez con cara
de viciosa a mi amiga, la cual, aunque muy extrañada por mi reacción, no se
inmutó para nada y mientras nos iba mirando, se empezó a tocar las tetas sin
ningún reparo por su parte, aunque lo iba haciendo por encima de la camiseta.
Luego fue ella misma la que entre risas me dijo que
no me lo comiese todo yo sola, ya que en aquel salón había alguien también que
tenía hambre, así que, mirando a mi novio con cara de consentimiento, lo dejé
que se girase hacia ella y le fuese besando aquellos labios tan carnosos que
tenía.
Al verlos así morreándose de aquella manera, aun me
puse todavía más caliente de lo que estaba, así que empecé a tocarme las tetas
como hizo ella antes, aunque por debajo de la camiseta para poder además ir
pellizcándome los pezones, los cuales tenía ya bien muy duros y tiesos.
Ellos por su parte se pasaron así un buen rato
entrelazando sus lenguas, hasta que decidí volver a él para seguir besándolo
como antes. A continuación, al ver que su polla estaba a punto de estallar, puse
mi mano sobre ella por encima del pantalón y le empecé a dar unos suaves
masajes, cosa que él me agradeció abriendo sus piernas para que trabajase
mejor.
A todo esto, Marisa seguía tocándose las tetas sin
dejar de mirarnos, y aunque al final no habíamos hablado nada con ella sobre lo
de hacer un trío, ambos entendimos que estaba más que dispuesta a continuar con
todo aquello.
Fue por eso que cogí una de sus manos y así junto a
la mía, seguimos las dos masajeándole sin parar toda aquella zona. Luego, como
su polla no paraba de crecer, mi novio muy decidido nos miró y sin decir nada,
se bajó los pantalones y el slip y dejó a nuestra disposición, ante los
desorbitados ojos de Marisa, aquella larguísima y gruesa polla que tenía.
Entonces me la ofrecio a mí, empecé a
meneársela poco a poco y de arriba abajo una y otra vez. Luego, como buena
anfitriona se la ofrecí a ella y así entre las dos, seguimos ya pajeándolo sin
contemplaciones ni vergüenza alguna, hasta que nos hizo parar para que se la
chupásemos una de las dos.
Fue en ese momento cuando ambas nos miramos para ver
quien empezaba, y yo le dejé a ella ese honor, ya que la vi muy necesitada y
entregada a la vez. La verdad es que por lo que pude ver, Marisa debía de hacer
tiempo que no se comía una buena polla, o por lo menos una así como la de mi
novio, puesto que en cuanto se la ofrecí, se abalanzó sobre ella y la empezó a
chupar y a succionar como una verdadera loca, mientras que poco a poco se
iba metiendo cada vez más polla dentro, logrando al final y ahora en directo,
que sus labios chocasen contra sus huevos, lo que le producía tener ya hasta
arcadas y sus ojos no paraban de llorarle por el esfuerzo realizado.
Al verle hacer eso me calenté mucho, ya que yo jamás
había conseguido meterme en la boca algo más de la mitad de aquella polla, por
eso le dije que me dejase probar para ver si conseguía hacerlo como ella, pero,
aunque lo intenté en varias ocasiones, no llegué a conseguirlo.
A todo esto, mi novio se encontraba en la gloria, y
más aún cuando las dos decidimos lamérsela a dúo de arriba abajo y sin parar.
Fue así como conseguimos sin querer, que nuestras lenguas se juntasen en su
glande y rozáramos nuestros labios en varias ocasiones, cosa que por lo menos
yo, no había hecho nunca a una mujer, aunque he de deciros que no me disgustó
en absoluto.
A Marisa se le notaba también que estaba disfrutando
con todo aquello, ya que además de chupársela a mi novio, le iba empezando
además a sobar y a lamer los huevos, por lo que al final al notarse éste a
punto de eyacular, nos dijo a las dos que parásemos un momento y nos aconsejó
que si realmente queríamos seguir con aquel juego, lo mejor sería que nos
fuésemos a la habitación, puesto que según podía ver, los tres lo estábamos
deseando.
Así que dicho eso, nos levantamos del sofá y nos
fuimos para allá. Una vez allí nos desnudó y nos hizo poner a cuatro patas una
junto a la otra encima de la cama. A continuación, y desde atrás, empezó a
azotarnos al unísono, y a masajearnos las nalgas con sus manos y luego nos las fue
besando consecutivamente, hasta que se decidió a chuparnos los coños a
discreción lo que nos provocó una buena corrida.
Después empezó a chuparle el culo a Marisa, al igual
que hizo con toda su oscura aureola, mientras intentaba clavarle en ella la
punta de la lengua, cosa que a mí me encantaba que me lo hiciera, antes de
hacerme un rico anal.
Pero por lo que pude apreciar, a mi amiga no le
importaba en absoluto e incluso vi que no paraba de gemir y ella misma se iba
separando las nalgas para que mi novio pudiese ir haciéndoselo mucho mejor. Luego
se tumbó de espaldas sobre la cama y le dijo a Marisa que se pusiese sobre él
dándole la espalda y empezara a chupársela de nuevo, mientras que yo, tenía que
ponerme con el coño sobre su cara y mirándola a ella, para que me lo pudiese
comer bien, mientras yo se lo tenía que ir lamiendo a mi amiga por detrás.
Después fuimos intercambiando las posiciones y de
esa forma era ella la que me comía el coño y el culo a mí, puesto que ahora ya ella
sabía que me gustaba. La verdad es que los tres nos lo estábamos pasando en
grande y ninguno quería que aquello acabase, por eso Carlos que era quien
dirigía la operación nos preguntó si queríamos ir más allá en todo aquello, y
al decirle ambas que sí, ya que estábamos muy calientes, nos aconsejó que nos
pusiésemos tumbadas de espaldas al borde de la cama y con las piernas bien
abiertas, para así ir follándonos alternativamente a cada una hasta hacernos
correr como locas.
Así que una vez que empezó por Marisa, le fue
metiendo toda aquella larguísima polla en su coño, la cual fue introduciéndole
centímetro a centímetro, haciéndola desaparecer dentro de aquella profunda y
ancha cueva que tenía por coño, al igual que había hecho anteriormente en su
garganta.
Al final y tras unas cuantas embestidas más, logró
que sus huevos fuesen golpeándole una y otra vez en sus respingonas nalgas,
cosa que hasta entonces no había podido hacer nunca conmigo. Por eso, al ver
que ella la recibía toda entera y sin problema dentro de su raja, cuando me
tocó mi turno traté de intentarlo también levantando bien las piernas y
cogiéndolo a él por las nalgas para atraerlo más hacia mí, pero aun así y
aunque me estaba gustando mucho, no pude conseguirlo y me quedó como siempre un
buen trozo fuera.
Aun así ambas nos quedamos más que satisfechas y nos
corrimos casi al unísono como dos pervertidas.
Carlos, aunque aguantó como un jabato y pudo con las
dos en todo momento, estaba ya otra vez a punto de eyacular, así que nos dijo
que nos pusiésemos de rodillas frente a él, y tras meneársela sin parar ante
nosotras, nos disparó en varias ocasiones un buen chorro de leche caliente
sobre nuestras caras y nuestras tetas, dejándonos llenas de ese líquido viscoso
y blanquinoso como si hubiese nevado sobre nosotras.
Carlos sigue muy excitado, y nos pide que nos demos
la vuelta, porque quiere hacernos un anal a las dos. Marisa que según dijo ya
lo había probado en otras ocasiones, aceptó enseguida.
Marisa era más experta que yo en el sexo anal, y nos
recomendó una posición muy buena para los tres. Dicho esto, mi novio cogió un
bote de lubricante del cajón de la mesita de noche y Marisa se subió a la cama
muy decidida poniéndose a cuatro patas. Luego me indicó que me subiese sobre
ella dejando así a merced de Carlos, nuestros coños y culos además de nuestras
nalgas, las cuales tendríamos que ir separando para permitirle hacer mejor su
trabajo.
Mi novio desde atrás tenía una vista estupenda ya
que nos veía a cuatro patas, y eso debía de ser como una bendición del cielo
para él, puesto que empezó enseguida a besarnos las nalgas y toda la raja del
culo sin parar, al igual que nuestros coños para darnos más placer y seguir
calentándonos aún más.
A continuación, se dedicó por entero a nuestros culos,
los cuales no paró de besar, de lamer, y de azotar, hasta que vio que se habían
dilatado lo suficiente y ya estaban a punto. Luego como yo le pedía más, me
metió su polla en mi raja y empezó a bombear dentro de ella, al igual que hizo
también con mi amiga, la cual se la engullía toda por completo hasta los
huevos. Marisa después le pidió que le embadurnara bien el culo con el
lubricante y que le metiese los dedos dentro de él para dilatárselo, y una vez
que lo hizo y vio que le entraban bien y sin problema, le dijo que le pusiera
la punta de aquella grandísima polla que tenía en la entrada de su orificio y
que fuera presionando poco a poco sobre ella, hasta que consiguiera clavársela
para poder ir metiéndosela toda entera y con cuidado hasta el fondo de su
hambriento culo. Así, al cabo de un instante empezó a notar como sus huevos
iban ya pegando en sus nalgas una y otra vez tras haber conseguido metérsela
toda dentro del culo.
A todo esto, ella no paraba de gemir y de pedirle
cada vez más cosas, las cuales él muy obediente le iba haciendo. Yo por mi
parte seguía allí sobre ella sintiendo los temblores de su ardiente cuerpo,
esperando mi ración en el coño, mientras le iba tocando las tetas a mi amiga y
empezaba ya a pensar que, si lo de antes me había gustado y a Marisa la veía
disfrutar de aquella manera. Yo estaba muy caliente y le ofrecí mi culo a mi novio,
el cual se puso contentísimo.
A continuación, y tras el consejo de mi amiga debido
a las dimensiones de su polla, Carlos volvió a coger de nuevo el lubricante y
me embadurnó muy bien toda la zona del culo por dentro y por fuera, al igual
que hizo también con su larga y gruesa polla, hasta que la dejó bien resbaladiza.
Luego empezó a meterme un dedo en el orificio del
culo y después cuando pudo me fue metiendo dos de ellos. Seguidamente empezó a
hacerme con ellos un mete y saca continuo que me estaba matando de placer, y
cuando vio que entraban ya con mucha facilidad, se decidió a meterme toda la
polla.
Así que me puso la punta del glande justo en la
entrada y empezó con mucho cuidado a presionar sobre ella. Luego, cuando logró
que entrase, pegué un leve quejido y él se paró asustado. Segundos después y
con la cabeza de su polla todavía dentro, siguió presionando para que me fuese
entrando poco a poco toda en el culo ya que estaba más que dilatado. La
sensación de sentir como me la iba metiendo era glorioso, aunque estupenda a la
vez, y más aún, cuando notaba que ya no me dolía casi nada y me sentía muy
llena con aquel cacho de carne dentro de mi culo. La verdad es que eso de
sentir ese leve dolorcito unido al inmenso placer que me estaba proporcionando
era estupendo, por eso yo misma le cogía las nalgas por detrás, para que me la
pudiese clavar aún más, aunque al igual que pasó en mi coño, no pude metérmela
entera, así que no pude notar sus huevos chocando en mis nalgas como le pasó a
ella, pero no me importó, puesto que sentía mi culo lleno hasta el fondo y
estaba muy contenta ya que lo estaba disfrutando muchísimo.
Carlos entonces siguió entrando y saliendo de
nuestros culos y coños alternativamente haciéndonos correr de nuevo a las dos y
teniendo ambas ahora sí, el mejor orgasmo de nuestras vidas.
Luego mi novio tras meneársela frenéticamente detrás
de nosotras, nos regó las nalgas y el canalillo del culo con toda aquella leche
caliente que aún le quedaba en la recámara y que al parecer todavía era mucha.
La verdad es que no me imaginaba que él tuviese tanto aguante, ya que se portó
como un campeón y supo satisfacernos a las dos en todo momento.
Después, una vez que acabamos con todo aquello, nos
estuvimos duchando y a continuación y ya más relajados, estuvimos hablando
sobre lo ocurrido, del cual todos pensábamos que había sido estupendo. Aunque
también comentamos que aquello había sido una cosa puntual para ambos y que por
eso no volveríamos a repetirlo.
No obstante, y una vez que Marisa se fue al día
siguiente, mi novio y yo sí que estuvimos hablando muy seriamente sobre todo lo
ocurrido y llegamos a la conclusión de que ninguno queríamos cerrar la puerta a
la posibilidad de volver a hacerlo de nuevo si es que se nos presentaba una
ocasión similar a la pasada.
De momento ambos hemos cambiado bastante desde
entonces, y nuestra relación va ahora muy bien. El sexo anal antes nos gustaba
mucho, pero ahora mucho más, y lo practicábamos casi todos los días, y con más
entusiasmo.
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